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Columna de Opinión Economía

Trump recargado: ¿cómo interpretar las nuevas medidas económicas y qué le espera a la Argentina?

Ariel Arrocha, director de Latam en USA

La segunda administración del presidente estadounidense profundiza su agenda proteccionista, aunque es una política muy dinámica. Mientras América Latina enfrenta impactos diferenciados, EE.UU. sigue atrayendo capital extranjero gracias a incentivos fiscales y programas de inversión. La clave estará en si Trump como en el pasado, seguirá ajustando su estrategia ante los efectos económicos de sus propias políticas.

 Por Ariel Arrocha, director de Latam en USA

Donald Trump llegó al poder con la promesa de cambiar radicalmente la economía estadounidense y, fiel a su estilo, lo está haciendo, aunque con sus clásicos idas y vueltas. Sin embargo, sus políticas económicas y migratorias no están exentas de controversia. Con una combinación de tarifas arancelarias (ahora en absoluta conversación), restricciones migratorias y reformas fiscales, su administración está reconfigurando el panorama financiero del país y, por ende, de parte del mundo.

La estrategia arancelaria de Trump se apoya en la idea de proteger la industria nacional y los empleos locales, aplicando tarifas que van del 10% al 145% a las importaciones de países con los que Estados Unidos tiene un alto déficit comercial o una tabla arancelaria desequilibrada. Pero este “proteccionismo genera incertidumbre en los mercados globales” y presiona al alza los precios internos, los cuales ya están provocando descontento hasta en sus propios votantes. Estados Unidos sigue dependiendo de insumos extranjeros y, en muchos sectores, no puede sustituir rápidamente las importaciones. Si la producción local no cubre la demanda, los costos se disparan y la inflación se convierte en un problema real. En los últimos 30 días esta tendencia se ha conseguido revertir; de hecho, la tasa registrada en abril fue de 2,2% y, aunque se desaceleró respecto al 3% registrado en enero, el impacto aún es alto.

Nuestra región no es ajena a estos cambios. Aunque América Latina exporta más hacia Asia y Europa que hacia Estados Unidos, algunos sectores podrían verse perjudicados. La industria del acero en Argentina y las exportaciones agrícolas de Colombia son solo algunos ejemplos. Sin embargo, el mayor impacto lo sentirán los socios comerciales más cercanos, como México.

China, es un caso aparte, habiendo iniciado una política muy agresiva. Hoy esas tensiones comerciales han disminuido debido a un acuerdo transitorio por 90 días donde EE.UU. acordó reducir la tasa de un 145% a los productos chinos a un 30% mientras que China reducirá los aranceles de un 125% a los productos importados de ese país a un 10%. Esto da un respiro también a los mercados que veían reflejada esta tensión en la volatilidad de las empresas y bonos.

Por otro lado, se habla de un tratado de libre comercio entre Argentina y Estados Unidos, pero la realidad es que América Latina no es una prioridad para la administración Trump. En un mundo donde los intereses geopolíticos se reconfiguran constantemente, pensar que la región pueda ocupar un lugar central en la agenda estadounidense es, cuanto menos, ilusorio.

Las restricciones migratorias son otro pilar clave de la política trumpista. Su objetivo es claro: reducir la inmigración ilegal y restringir los beneficios para los migrantes con protección temporal. Sin embargo, esta estrategia puede traer consecuencias económicas adversas. Sectores como la construcción, el turismo y la gastronomía dependen en gran medida de la mano de obra inmigrante. Si millones de trabajadores son deportados, surge una pregunta inevitable: ¿quién hará esos trabajos?

La historia reciente ofrece ejemplos claros. Gran Bretaña, tras el Brexit, enfrenta una crisis de escasez de mano de obra que impactó en varios sectores económicos. Estados Unidos podría atravesar un fenómeno similar, con un incremento en los costos laborales y, por ende, una mayor presión inflacionaria. Es una simple cuestión de oferta y demanda: si hay menos trabajadores disponibles, los salarios suben y con ellos, el costo de vida.

No obstante, es importante diferenciar entre la inmigración legal y la ilegal. Mientras que la administración Trump busca frenar la llegada de migrantes sin papeles, sigue apostando por atraer capital y talento extranjero. El programa de visas EB-5, con vigencia hasta 2027, puesto originalmente en tela de juicio sobre su continuidad, es una de las incertidumbres. Lo cierto es que hoy y hasta el mes de septiembre del 2026 quienes se incorporen al programa están a resguardo. En lo personal, creo que este es un gran programa que aporta capital legítimo y formación de empleo, siendo el programa de inversión y residencia más exitoso del mundo.

Desde el punto de vista económico, esta es una versión recargada de Trump. Sin expectativas de una reelección, el presidente tiene mayor margen de acción para implementar medidas más agresivas. Además, cuenta con el respaldo de una mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso y una Corte Suprema “favorable”, lo que le otorga un poder de decisión pocas veces visto, al menos hasta el próximo mes de Abril del 2026 donde se realizan las elecciones de medio término.

A nivel impositivo, la administración renovó la reforma tributaria de 2017, una de sus iniciativas más emblemáticas. La reducción de impuestos y programas como las “Opportunity Zones” zonas de oportunidad han incentivado inversiones en áreas de menor desarrollo, atrayendo el interés de empresarios y fondos de inversión. Esta política, junto con la estabilidad económica, sigue posicionando a Estados Unidos como un destino atractivo para los negocios. También sigue en evaluación bajar las tasas de impuestos a las ganancias “Federal income tax” a las corporaciones, alícuota que actualmente es un 21%, reduciéndolas a un posible 14%, claro, esto solo será posible si se logra acotar el monumental gasto del Estado federal.

A pesar de la incertidumbre y los desafíos que plantean estas políticas, la economía estadounidense mantiene su liderazgo global. La inflación, aunque superior al objetivo de la Reserva Federal, se mantiene bajo control, y el desempleo sigue en niveles históricamente bajos. La disponibilidad de capital para nuevos proyectos sigue siendo un diferencial clave en comparación con otras economías; solo está faltando reducir los costos de financiamiento que siguen en cifras altas para el estándar de ese país.

El pragmatismo de Trump juega un rol fundamental. Si bien su postura es firme, no duda en recalcular si el mercado lo exige, como se vio con la reducción (momentánea) a la importación de productos chinos. La pregunta es hasta dónde llegará con estas medidas antes de que los efectos negativos lo obliguen a cambiar el rumbo. Mientras tanto, los mercados continúan atentos a cada uno de sus movimientos, sabiendo que, en la era Trump, cualquier cosa puede pasar.